UNO. DOS. TRES. CUATRO. CINCO. SEIS...

No es difícil. Ya lo dice aquí mismo, ya es mi descripción. Mi condena es recordar días, fechas, actos, olores, sabores, en innumerables ocasiones, mucho mejor de lo que en realidad fueron.

Se ha terminado marzo y ha comenzado abril. Se vendrán, siguiente, mayo, junio, julio y agosto. No es difícil.

Quito las hojas del calendario cada día, y cuando acaso mi madre lo ha hecho por la mañana, siempre busco el pedazo de papel para leer el reverso. Entonces, los guardo en los bolsillos de mi pantalón, en los compartimentos de mi bolso, o los dejó vagar por mi habitación, sentaditos a la lámpara de noche que tanto me ha servido cuando decido manejarlo todo. Hace pocos días se me ocurrió hacer algo con todos los días que se han sucedido en lo que llevamos del año en curso. Tengo lo que se necesita. Una caja llena de lo que ya no podemos regresar.

Enero, febrero, marzo, abril. Ayer en la noche, cuando disponía a dormirme, recordé los cumpleaños que ha pasado Carlos desde que lo conozco. Cinco. Cinco mañana y hoy comienza abril.

Hace un año me salí de la U temprano, atardecía. La pirámide de Maslow, la necesidad de autorrealización. Llevamos a Ramiro a la central, y en el camino, yo me comía un yakimeshi, que recuerdo justo ahora, había olvidado en su casa cuando salí con rumbo a la facultad por la tarde. Sus padres me llevaron a casa y yo salí con rumbo a la de Danniel. El bar cerrado y nosotros platicando en La Corregidora. Destiempos. Compramos bebidas, sabor tropical, y cambiamos de jardín. A mí me dieron ganas de orinar y acabamos en el seguro, usando el baño. Pasamos por un lugar que me hizo recordar a Thom y llegamos a nuestras camas. Eran poco antes de las 00.00hrs y como siempre, Danniel me había tomado de la mano para no ahogarme, seguro sin saberlo, como siempre en áquel entonces.

Ya era el cumpleaños de Carlos, y se perdió varias llamadas por responder a la mía y extenderse. Obviedades. Yo me quedé dormirda y él subió a su habitación hasta las 4.00hrs.

Era dos de abril y mi madre me llevó a la central. Me quedé esperando en un jardín mientras Alma llegaba a su casa. Tenía el cabello largo. Iríamos al cine, conocería a el chico ese de piel linda (ahora no recuerdo cómo se llama). Acrosse the Universe. Manos libres. Noche, tranquilidad, tocesillas, desnudos. Llamadas por teléfono.

Sentirse completamente perdida es uno de los mayores sinsabores que pueden tenerse en la boca del estómago cuando tratas aún de encontrar camino. Cargas, nudos.

Ese día tuve ganas de llorar, y se nos habían acabado las horas. Calle, vacío. Vacío. Frío, viento, estrellas. Decepciones, desolación. Madrugada.

Estaba sentada en una esquina con hombres viéndome de maneras sospechosas a media cuadra. Tiritaba. Mi celular sonaba constantemente. No estaba sola.

Ese día llegué a mi casa rodeada de tristeza, cansada. Cansada. Y me dormí.

Recuerdo la ropa que llevaba puesta hoy hace un año, diez kilos atrás. No uso lo de antes, no igual, pero conociéndome, sé que encontraré la manera de llevarlo conmigo a donde sea que vaya hoy, temiendo un poco incitar a las mismas personas, a pisar los mismos lugares.

No es difícil. Tengo tiempo también, recordándolo todo de manera mucho peor. Lo que en uno o dos me hacía volarme la cabeza con palabras, con disturbios, hoy me lleva, arrastrándome ayudado por los hilos que salen debajo de mis uñas, transparentes y difusos, como una extraña marioneta, hacia la ligereza del espacio donde sólo habré de flotarme, donde no hay movimiento, no hay letras ni palabras, donde todo sucumbe cuando comenzamos a ceder; donde sólo somos tú y yo.

Y no es difícil. No.

...



SO WHO'S GOING TO WATCH YOU DIE?