AGAIN, AND AGAIN, AND AGAIN, AND AGAIN

Me asustó. Una pequeña cosa caminaba al borde de la pantalla. Primero corriendo. Una esquina. Fue el momento en el que me asusté.

Pensé que era una araña. Es extraño, jamás me han asustado las arañas. La seguí con mis dedos torpes. Uno, dos, tres pasos de gigante, como si me diera a la tarea de destruír el último indicio de una civilización. Añicos. Todo hecho añicos. Al quinto paso la pobre cayó al piso. La perdí de vista unos instantes, buscándola entre los zapatos, y entonces la vi: Una hormiga grande, roja, y débil. 40 centímetros de caída la habían dejado inmóvil. Pensé en su pobre desnudez, en su mísera debilidad. ¡Era tan hermosa! Y la maté. Elevé una zapatilla a poca distancia del suelo, y dejé que cayera. Si tan solo hubiera sentido miedo...

Estuve viendola unos segundos después de haber quitado la zapatilla de sobre su cuerpo macerado. Seguía siendo hermosa. Incliné la cabeza para descanzar mientras la observaba y entonces pensé que quizá nunca hubiera estado ahí. Hice una nota mental en mi cabeza: Buscar por el cuerpo de la hormiga al levantarme...

...

Sobra decir que el cuerpo de la hormiga no estaba.

La quería, lamentaba no haber tenido tiempo e inspiración para ofenderla, para hacerle daño, para obligarla a que se acordara de mí. Me parecía tan bonita, que con gusto hubiera vuelto sobre mis pasos para gritarle, encogiéndome de hombros, "Es usted feísima, ridícula, repulsiva".