9.26.2009

HOY Y JAMÁS

Éste dejó de ser mi blog hace no sé cuánto. Ni siquiera al año llegó.

Hace no mucho, alguien que no puedo recordar, me preguntó cómo hacía para grabarme las fechas en que se acontecían las cosas. ―No lo sé. No es algo que me proponga ―le contesté.

A decir verdad muchas cosas dejaron de importarme. Eran asuntos que tenían peso ―digamos― sólo porque yo quería querer que lo tuvieran. Sí. Ni siquiera porque lo quería directamente.

Destiño y cambio el color de la gente para acomodarla en mis entrepaños. Es curioso. Laburo más y me canso menos. También me da por conservar en burbuja de cristal a quien ni lo pide ni lo necesita, a quien quisiera revolverse, salir sucio de entre la mierda silenciosa que vengo dejando trás de mí. No sé para qué lo hago. Ni planeo jugar con él, ni representa para mí una bola de estambre con la cual divertirme en tiempos de tranquilidad. Lo pienso y sonrío. La sonrisa nunca ha sido paralela a lo prostituído que se conoce como felicidad. ¿Cuándo dejó de importarle a la gente saborearlo todo, hasta desfallecer?

Cuando me reprocha restarle importancia, me pregunto cómo dará con el supuesto valor de las caricias.

Oh, ¡cuánto tiempo desperdiciado!

En las madrugadas me levantó más veces de las que pude recordar a la mañana. Abro los ojos de golpe y de igual manera, me quedo viendo el techo por más tiempo del que puedo contar cuando amanece. Siempre hace calor. Después me pregunto cuántas veces me habré levantado en lo que va de madrugada y pienso sobre que costado de mi cuerpo sería más conveniente tirarme a dormir. Y extrañamente, no recuerdo un solo día en que haya logrado descanzar como lo hago desde que mi sueño es intermitente, como las luces de un árbol de navidad.

Diciembre me gusta por eso. Hay luces por todos lados, abrazándose a esas ramas como si no pudieran brillar tiradas en el suelo. Me gusta sentarme y mantener los ojos como platos hasta que me es imposible mantenerlos así. Desenfocar sus intermitencias para luego, en un parpádeo, verlas de nuevo con claridad.

Quedarme cuando quise huír sirvió para tenerme donde me tengo ahora: donde parece ser, siempre quise estar.




...



Ya ves, cojo mi mala cara y me voy de aquí. No sé las veces que me reinventé.

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