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EL SEGUNDO DEL DÍA
Fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro.
...
Hoy, como siempre y en una de esas, si me descuido, me mata Cortázar. Y sin saber...
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