LARGA VIDA

071108
Ahora bien, hoy me levanté abriendo los ojos muy de golpe, tal y como lo hacen los actores cuando hay que dar a entender que han tomado la decisión de seguir y despertar. Muy de golpe y con una canción, de repente, en la cabeza. Los abrí así, pues, y a mi vista, justo enfrente y a menos de cincuenta centímetros, estaba sobre el buró un vaso de agua que no acabé de tomar la noche anterior, justo a un tercio de lleno. Me perdí unos segundos, sin parpadear, viendo el agua y viendo también a través de ella, para después, levantarme y andar. Nunca me había levantado con una imagen semejante, y me ha cautivado.

111108
La otra mañana, ayer, si bien recuerdo, me tocó abrir los ojos bajo las sábanas (estaba toda envuelta, yo), y tiré la mirada para abajo. A veces quisiera que mi cámara no estuviera muerta, y que, de no estarlo, pudiera ver las cosas tal como las veo yo. Estaban mis senos descubiertos, seguidos de mi abdomen y mi cadera, que formaba una curva matinal preciosa para compartir (qué lástima!). Enseguida, se veía también un trozo de mis nalgas, a las cuales acariciaba, sobre la tela que las cubría, un trozo de sol, y en prolongación, al fondo, mis largas piernas y mis pies, juntitos, como esperando por otro par. Me gusta la luz que hay en mi pieza por la mañana. Y juro que quise tener mi cámara, pero mi cámara estaba muerta. Ni siquiera pude recordar porqué dormí desnuda.

141108
[...]
Cuando caía en que así era como iban a suspender todo, los detenía y sacaba a C del carro (en este momento tengo carita triste). Lo tendía en el piso, en la grama y la tierra suelta que había, y le sostenía la cabeza, sucia de grasa y cansancio. Estaba llorando, y él me veía con un evidente gran esfuerzo. Ponía mi cara contra la suya, y las lágrimas que yo no podía contener le humedecían los párpados. Le besaba, le besaba con el corazón hecho giros al saber que iba a perderlo, que en eso no había solución y que saldría de mi vida así de fácil cómo hacia muchos años atrás había entrado en ella; oprimía su cabeza contra mi pecho mientras acariciaba su cabello una última vez sin dejar de llorar un solo segundo. Me tiraba ahí, junto a él, y de cerca, viéndole a los ojos, sonreía para darle las gracias por todo lo vivido juntos, por haber siempre querido estar ahí. Y le decía que me perdonara por todas esas malas cosas mías, que le amaba, y que siempre lo iba a hacer. Carlos me miraba, consciente también de nuestra despedida, y me decía que me quería, que me quería y que no podía decirme más, porque ya amarme era una constante, que en su vida, amarme estaba siempre y en todo; y yo le besaba con el alma y la garganta partidas en dos, ya extrañándole...

...

hay muchísimas concepciones sobre mi persona, pero yo te he visto haciéndolo todo. TODO.